00:00:04
Crecí en el sur de Estados Unidos00:00:07
00:00:07
durante la época
de la marginación racial.00:00:09
00:00:09
Los negros y los blancos
no podíamos estar juntos.00:00:13
00:00:13
Y, además, había letreros00:00:16
00:00:16
que nos prohibían la entrada
a algunos lugares.00:00:19
00:00:19
No entendía
por qué no podíamos llevarnos bien.00:00:23
00:00:23
Cincuenta centavos.00:00:25
00:00:25
Sí, señor.00:00:27
00:00:27
Gracias, señor.00:00:29
00:00:29
Abuela, ¿por qué le llamas “señor”
si solo es un niño?00:00:33
00:00:33
Cállate.
Y aprende cuál es tu lugar.00:00:36
00:00:37
Después, cuando volvimos
a la camioneta, le dije:00:00:40
00:00:40
“Yo nunca agacharé la cabeza”.00:00:42
00:00:42
Mi abuela sabía
que a mí me gustaba la Biblia,00:00:46
00:00:46
porque de pequeña siempre la leía.00:00:49
00:00:49
Pero no la entendía.00:00:52
00:00:57
Yo le preguntaba a Dios:
“¿Por qué nos ven diferentes?00:01:01
00:01:01
¿Por qué no podemos vivir juntos?”.00:01:03
00:01:07
Me enteré de que había un grupo
que hacía justo lo que yo buscaba.00:01:11
00:01:11
Estaban metidos en política.00:01:14
00:01:14
Decían:
“¡Luchamos contra las injusticias!”.00:01:18
00:01:18
Y, cuando escuché la palabra injusticia,
pensé: “Ahí es donde quiero estar.00:01:24
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Quiero formar parte de algo
que haga cambiar a la gente00:01:27
00:01:27
y pueda unirla”.00:01:29
00:01:29
Eso era lo que yo quería.00:01:31
00:01:34
Comenzamos a protestar
por la violencia policial.00:01:37
00:01:37
Y no éramos los únicos,
mucha gente también lo hacía.00:01:42
00:01:42
Me gustaban algunas cosas
que hacía el grupo,00:01:45
00:01:45
pero todos los días
nos daban entrenamiento militar.00:01:49
00:01:49
Nos enseñaban a usar armas y cosas así.00:01:52
00:01:52
Y entonces me di cuenta de que aquello
no era lo que yo pensaba.00:01:57
00:01:57
Vi que lo que estaba haciendo
no iba a cambiar nada,00:02:00
00:02:00
así que empecé a buscar a Dios otra vez
y a leer la Biblia.00:02:04
00:02:04
Tenía la versión del rey Jacobo.00:02:06
00:02:06
La leía, la leía...
pero no entendía nada.00:02:09
00:02:09
Luego nos fuimos a Jamaica,00:02:11
00:02:11
y allí vi otra Biblia,
la Traducción del Nuevo Mundo.00:02:15
00:02:15
Comencé a leerla
y la entendía perfectamente.00:02:19
00:02:19
No tenía palabras anticuadas.00:02:21
00:02:21
Pensé: “¡Vaya!
¡Me encantaría tener una como esta!”.00:02:27
00:02:27
Un día, dos mujeres tocaron a mi puerta.00:02:30
00:02:30
No sabía que eran testigos de Jehová.00:02:32
00:02:32
La verdad es que solo me fijé
en la Biblia que llevaban00:02:35
00:02:35
y les dije: “¿Dónde la consiguieron?”.00:02:38
00:02:38
Y ellas me dijeron:
“Tranquila, te traeremos una”.00:02:41
00:02:41
Y me la trajeron.
Pero lo que yo no sabía00:02:43
00:02:43
es que con aquella Biblia
también venía un curso bíblico.00:02:47
00:02:47
La primera vez que fui a una asamblea
de los testigos de Jehová,00:02:51
00:02:51
había como diez mil personas.00:02:53
00:02:53
Cuando entré y vi tantas caras
y tantas razas diferentes,00:02:57
00:02:57
fue como si Jehová me dijera:
“Rafika, ¿recuerdas cuando me decías00:03:02
00:03:02
que querías ver
a las personas de distintas razas00:03:05
00:03:05
todas juntas y unidas?00:03:06
00:03:06
Mira, yo no hago diferencias.00:03:09
00:03:09
Todos se llevan bien, están unidos”.00:03:12
00:03:12
Y me sentí muy feliz.00:03:14
00:03:14
¡Por fin había encontrado00:03:15
00:03:15
la organización
a la que quería pertenecer!00:03:19
00:03:19
Para mí, todo el mundo es igual.00:03:22
00:03:22
Puedo ser amiga de cualquier persona
y les predico a todos.00:03:28
00:03:28
Ahora que sé lo que la Biblia enseña,
tengo una vida plena,00:03:33
00:03:33
porque tengo claro
que solamente Dios y su gobierno00:03:36
00:03:36
traerán paz a la Tierra.00:03:39
00:03:39
Así como Jehová ha unido a su pueblo,00:03:43
00:03:43
me gustaría que todas las personas
lleguen a estar unidas00:03:45
00:03:45
y puedan conocer a Jehová
igual que yo.00:03:48
00:03:48
Jehová contestó mi oración.00:03:51
Rafika Morris: Quería luchar contra las injusticias
-
Rafika Morris: Quería luchar contra las injusticias
Crecí en el sur de Estados Unidos
durante la época
de la marginación racial.
Los negros y los blancos
no podíamos estar juntos.
Y, además, había letreros
que nos prohibían la entrada
a algunos lugares.
No entendía
por qué no podíamos llevarnos bien.
Cincuenta centavos.
Sí, señor.
Gracias, señor.
Abuela, ¿por qué le llamas “señor”
si solo es un niño?
Cállate.
Y aprende cuál es tu lugar.
Después, cuando volvimos
a la camioneta, le dije:
“Yo nunca agacharé la cabeza”.
Mi abuela sabía
que a mí me gustaba la Biblia,
porque de pequeña siempre la leía.
Pero no la entendía.
Yo le preguntaba a Dios:
“¿Por qué nos ven diferentes?
¿Por qué no podemos vivir juntos?”.
Me enteré de que había un grupo
que hacía justo lo que yo buscaba.
Estaban metidos en política.
Decían:
“¡Luchamos contra las injusticias!”.
Y, cuando escuché la palabra <i>injusticia,</i>
pensé: “Ahí es donde quiero estar.
Quiero formar parte de algo
que haga cambiar a la gente
y pueda unirla”.
Eso era lo que yo quería.
Comenzamos a protestar
por la violencia policial.
Y no éramos los únicos,
mucha gente también lo hacía.
Me gustaban algunas cosas
que hacía el grupo,
pero todos los días
nos daban entrenamiento militar.
Nos enseñaban a usar armas y cosas así.
Y entonces me di cuenta de que aquello
no era lo que yo pensaba.
Vi que lo que estaba haciendo
no iba a cambiar nada,
así que empecé a buscar a Dios otra vez
y a leer la Biblia.
Tenía la versión del rey Jacobo.
La leía, la leía...
pero no entendía nada.
Luego nos fuimos a Jamaica,
y allí vi otra Biblia,
la <i>Traducción del Nuevo Mundo.</i>
Comencé a leerla
y la entendía perfectamente.
No tenía palabras anticuadas.
Pensé: “¡Vaya!
¡Me encantaría tener una como esta!”.
Un día, dos mujeres tocaron a mi puerta.
No sabía que eran testigos de Jehová.
La verdad es que solo me fijé
en la Biblia que llevaban
y les dije: “¿Dónde la consiguieron?”.
Y ellas me dijeron:
“Tranquila, te traeremos una”.
Y me la trajeron.
Pero lo que yo no sabía
es que con aquella Biblia
también venía un curso bíblico.
La primera vez que fui a una asamblea
de los testigos de Jehová,
había como diez mil personas.
Cuando entré y vi tantas caras
y tantas razas diferentes,
fue como si Jehová me dijera:
“Rafika, ¿recuerdas cuando me decías
que querías ver
a las personas de distintas razas
todas juntas y unidas?
Mira, yo no hago diferencias.
Todos se llevan bien, están unidos”.
Y me sentí muy feliz.
¡Por fin había encontrado
la organización
a la que quería pertenecer!
Para mí, todo el mundo es igual.
Puedo ser amiga de cualquier persona
y les predico a todos.
Ahora que sé lo que la Biblia enseña,
tengo una vida plena,
porque tengo claro
que solamente Dios y su gobierno
traerán paz a la Tierra.
Así como Jehová ha unido a su pueblo,
me gustaría que todas las personas
lleguen a estar unidas
y puedan conocer a Jehová
igual que yo.
Jehová contestó mi oración.
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