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“Sirvan a Jehová con alegría”,
eso es lo que dice el Salmo 100:2.
Y es que Jehová
quiere que seamos felices.
Tenemos muchas razones para serlo.
Él nos ha dado la vida,
con sus muchas alegrías...
Nos ha dado la Biblia
para enseñarnos a disfrutar de la vida
y nos permite disfrutar
de muchísimos momentos felices.
No hay duda,
Jehová es la Fuente de la felicidad.
Satanás, en cambio, no quiere
que seamos felices sirviendo a Jehová.
¿Por qué no?
Por un lado, él sabe que la felicidad
nos ayuda
a seguir predicando y enseñando.
Y eso es justo
lo que él no quiere que hagamos.
Por eso trata de acabar
con nuestra felicidad.
A veces se vale de la oposición
por parte de los gobiernos,
nuestra familia
o las personas que nos rodean.
Satanás también quiere que le dediquemos
menos tiempo a Jehová
y que dediquemos ese tiempo
a conseguir cosas que no necesitamos.
Quiere que pensemos
que acumular cosas materiales
nos hará felices de verdad.
Pero eso es falso.
Las tácticas de Satanás
no son nuevas.
Ahora, mientras leemos algunas partes
de los libros de Esdras, Ageo y Zacarías,
tratemos de encontrar lecciones
que nos ayuden
a servir a Jehová con alegría.
Fijémonos en qué ayudó
al pueblo de Jehová
a ser feliz en el pasado
y qué cosas les robaron esa felicidad.
Y pensemos en cómo nosotros
podemos experimentar
“la felicidad que viene de Jehová”
incluso en circunstancias difíciles.
Esdras, que era sacerdote
y copista de la Ley de Moisés,
es el escritor del libro
que lleva su nombre.
El libro de Esdras relata lo que ocurrió
con la nación de Israel
después de lo que cuenta 2 Crónicas,
que probablemente
también fue escrito por Esdras.
Es el año 537 antes de nuestra era,
y muchos judíos
están a punto de regresar a Judá.
La nación lleva setenta años
desterrada en Babilonia
por haber practicado idolatría.
Aprendieron la lección
y, como nación,
nunca más volvieron a caer
en la idolatría.
Por fin había llegado el momento
de restaurar la adoración pura
en Jerusalén.
El relato abarca
los reinados de varios reyes persas,
empezando por el rey Ciro,
y la historia tiene un comienzo alegre.
Busquemos Esdras 1:1-6
y sigamos la lectura.
En el primer año
del rey Ciro de Persia,
Jehová movió al rey Ciro de Persia
a proclamar un decreto por todo su reino
para que se cumplieran las palabras
de Jehová pronunciadas por Jeremías.
El decreto
—que también puso por escrito— decía:
Esto es lo que dice
el rey Ciro de Persia:
“Jehová, el Dios de los cielos,
me ha dado todos los reinos de la tierra
y me ha encargado que le construya
una casa en Jerusalén,
que está en Judá.
Aquellos de ustedes
que formen parte de su pueblo,
que su Dios esté con ellos
y que suban a Jerusalén
—que está en Judá—
y reconstruyan la casa de Jehová,
el Dios de Israel.
Él es el Dios verdadero,
cuya casa estaba en Jerusalén.
A cualquiera que esté residiendo
como extranjero, sea donde sea,
que sus vecinos lo ayuden.
Que le den oro, plata, bienes y ganado,
además de las ofrendas voluntarias
que quieran hacer
para la casa del Dios verdadero,
que estaba en Jerusalén”.
Entonces, los jefes de las casas paternas
de Judá y de Benjamín,
los sacerdotes y los levitas
—todos aquellos a los que el Dios verdadero
había motivado—
se prepararon para subir
y reconstruir la casa de Jehová,
que estaba en Jerusalén.
Y sus vecinos los ayudaron
dándoles objetos de oro y de plata,
bienes, ganado y otras cosas valiosas,
aparte de todas
las ofrendas voluntarias.
Imaginemos la escena.
Jehová permite
que los judíos vuelvan a su tierra.
Tienen la orden del rey Ciro
de reconstruir el templo.
Muchos judíos vuelven muy contentos
a Jerusalén.
Y los que por alguna razón
no pueden hacerlo
ayudan económicamente
a los que sí pueden.
Probablemente para la primavera
del 537 antes de nuestra era,
casi cincuenta mil israelitas
salen de Babilonia.
Los dirigen el sumo sacerdote Jesúa,
también llamado Josué,
y Zorobabel,
a quien Ciro nombró gobernador.
Llegan a Judá a principios del otoño,
y están muy contentos.
Pero ¿qué pueden hacer
para no perder la alegría?
Veamos lo que hacen,
en Esdras 3:1-6.
Cuando llegó el séptimo mes
y los israelitas ya estaban
en sus ciudades,
todos se reunieron en Jerusalén
con un mismo propósito.
Jesúa hijo de Jehozadac
y sus compañeros sacerdotes,
así como Zorobabel
hijo de Sealtiel y sus hermanos,
se pusieron a reconstruir
el altar del Dios de Israel
para presentar en él
sacrificios quemados,
tal como está escrito
en la Ley de Moisés,
el hombre del Dios verdadero.
De modo que, a pesar del miedo
que les tenían a los pueblos vecinos,
construyeron el altar
en el mismo lugar donde estaba antes.
Luego empezaron a presentar en él
sacrificios quemados para Jehová:
los sacrificios quemados
de la mañana y los del atardecer.
Entonces celebraron
la Fiesta de las Cabañas,
como está escrito,
y todos los días ofrecieron
la cantidad de sacrificios quemados
indicada para cada día.
Después presentaron
las ofrendas quemadas regulares,
las ofrendas de las lunas nuevas
y las de todos los periodos de fiesta
santificados de Jehová,
así como las ofrendas voluntarias
que cualquiera
quisiera hacerle a Jehová.
A partir del primer día del séptimo mes
comenzaron a presentarle
sacrificios quemados a Jehová,
aunque todavía no se habían colocado
los cimientos del templo de Jehová.
Como hemos visto,
los judíos vuelven a adorar a Jehová
a pesar del miedo que les tienen
a los pueblos vecinos.
Fueron valientes,
y por eso están disfrutando
de momentos alegres.
Es justo lo que Moisés
le había dicho al pueblo que ocurriría
cuando celebraran
la Fiesta de las Cabañas:
“Tú estarás muy alegre”.
Al año siguiente,
siguen mostrando su valentía
al colocar los cimientos del templo.
Fue una ocasión muy feliz.
Veámoslo en Esdras,
capítulo 3, versículos 10 a 13.
Cuando los trabajadores colocaron
los cimientos del templo de Jehová,
los sacerdotes
iban vestidos con traje oficial
y llevaban las trompetas,
y los levitas, los hijos de Asaf,
llevaban los címbalos.
Ellos se pusieron de pie
para alabar a Jehová
siguiendo las instrucciones
que había dado el rey David de Israel.
Y empezaron a alabar a Jehová
y a darle las gracias.
Cantaban por turnos:
“Porque él es bueno;
su amor leal por Israel
dura para siempre”.
Luego, todo el pueblo se puso
a elevar la voz y a alabar a Jehová
porque se habían colocado
los cimientos de la casa de Jehová.
Muchos de los sacerdotes,
los levitas y los jefes
de las casas paternas
—aquellos que ya eran ancianos
y que habían visto la casa anterior—
se pusieron a llorar a gritos
cuando vieron que se colocaban
los cimientos de esta casa.
Pero muchos otros se pusieron
a gritar de alegría con todas sus fuerzas.
Así que no se podía distinguir
entre los gritos de llanto
y los gritos de alegría.
La gente gritaba tan fuerte
que el ruido se oía desde lejos.
Algunos de los ancianos de la nación
no creen que este templo
vaya a tener la gloria
que tenía el templo de Salomón.
Por eso lloran a gritos.
Pero los gritos de alegría de los demás
son más fuertes.
Ahora bien,
la gente de los países vecinos
no está tan contenta.
Al contrario,
traman un plan
para desmoralizar a los judíos.
Vamos a verlo en Esdras,
capítulo 4, versículos 1 a 3:
Los enemigos de Judá y Benjamín
oyeron que los que habían regresado
del destierro
le estaban construyendo
un templo a Jehová, el Dios de Israel.
Enseguida se acercaron a Zorobabel
y a los jefes de las casas paternas
y les dijeron:
Déjennos trabajar con ustedes.
Nosotros también adoramos a su Dios
y llevamos haciéndole sacrificios
desde los días del rey
Esar-Hadón de Asiria,
quien nos trajo a este lugar.
Pero Zorobabel, Jesúa
y el resto de los jefes
de las casas paternas de Israel
les dijeron:
Ustedes no van a construir con nosotros
una casa para nuestro Dios.
Nosotros solos construiremos
la casa de Jehová, el Dios de Israel,
tal como nos ha mandado el rey Ciro,
rey de Persia.
Zorobabel se da cuenta
de que sus enemigos
están intentando engañarlos.
Cuando Zorobabel rechaza su oferta,
ellos intentan impedir que los judíos
sigan construyendo el templo.
Veamos cómo lo hacen.
Leamos los versículos 4 a 7:
Entonces, la gente
de las tierras vecinas
estuvo desanimando a los judíos
y desmoralizándolos
para que no continuaran
con la reconstrucción.
Y contrataron consejeros
para que hicieran fracasar sus planes
durante todos los días
del rey Ciro de Persia
hasta el reinado
del rey Darío de Persia.
Al principio del reinado de Asuero,
escribieron una acusación
contra los habitantes de Judá y Jerusalén.
Y, en los días
del rey Artajerjes de Persia,
tanto Bislam, Mitrídates y Tabeel
como el resto de sus compañeros
le escribieron
una carta al rey Artajerjes.
Ellos la tradujeron al arameo
y la escribieron con letras arameas.
Ahora leamos lo que Rehúm,
el principal funcionario del gobierno,
y otros enemigos
le escribieron en una carta al rey.
Fijémonos en las acusaciones falsas
que lanzaron.
Esdras 4:11-16:
Esta es una copia
de la carta que le enviaron.
Al rey Artajerjes
de parte de sus siervos,
los hombres de la región
que está al oeste del río Éufrates:
Le informamos al rey que los judíos
que subieron de donde estás tú
adonde estamos nosotros
han llegado a Jerusalén.
Ellos están reconstruyendo
la ciudad rebelde y malvada,
y están terminando las murallas
y reparando los cimientos.
También le informamos al rey
que, si reconstruyen la ciudad
y terminan las murallas,
no pagarán ningún impuesto
ni tributo ni peaje.
Y esto causará pérdidas
a los tesoros de los reyes.
Nosotros comemos la sal del palacio
y no está bien que dejemos
que se perjudiquen los intereses del rey.
Por eso enviamos esta carta
para avisar al rey
y para que se haga una investigación
en el libro de los registros
de tus antecesores.
Descubrirás en el libro que esta ciudad
es una ciudad rebelde,
que perjudica a reyes y provincias,
y que en ella se han fomentado revueltas
desde la antigüedad.
Por esa razón fue destruida.
Le informamos al rey
que, si se reconstruye la ciudad
y se terminan las murallas,
entonces no tendrás ningún dominio
de la región que está al oeste
del río Éufrates.
¿Verdad que nos suenan familiares
esas acusaciones?
Son las mismas
que lanzan contra nosotros
nuestros enemigos hoy día.
No pagan impuestos.
Van en contra del gobierno.
Fomentan la rebelión.
Son ingobernables.
Por supuesto, ¡son acusaciones falsas!
Y en aquel momento funcionaron.
El rey ordena detener las obras
y, lamentablemente,
la construcción del templo se detiene.
Cuando los judíos volvieron a Jerusalén
no dejaron que el temor al hombre
les impidiera cumplir
con lo que Jehová les había mandado.
Pero después se dejaron intimidar.
Hoy día, la oposición
de nuestros enemigos
es cada vez mayor.
Pero, si cedemos a la presión
o nos rendimos,
no seremos felices, todo lo contrario.
En cambio, si nos mantenemos leales,
entonces seremos felices,
aunque nos persigan con violencia.
Pero ¿cómo es eso posible?
Veamos un ejemplo de la vida real.
Piensen en una madre y su hija
rodeadas por un grupo de hombres
que quieren obligarlas
a afiliarse a un partido político.
¿Qué harán nuestras hermanas?
Si ceden ante la presión,
los hombres que las persiguen
se alegrarán.
Pero después
ellas se sentirían muy mal
por haberle fallado
a su Padre celestial.
Nuestras hermanas no cedieron.
Claro, no les gustó que las ridiculizaran
ni que las maltrataran.
Pero después
se sintieron muy muy felices,
porque tenían la conciencia tranquila
y sabían que se habían mantenido
fieles a Jehová.
¿Qué hay de los judíos
de los días de Esdras?
Muchos dejaron atrás la vida cómoda
que tenían en Babilonia
para emprender
el duro viaje hacia Judá.
Ahora, ya han pasado
14 años de oposición constante,
desde que se colocaron
los cimientos del templo
hasta que se prohibió la construcción.
Y los judíos han perdido
el entusiasmo que tenían al principio.
Le siguen haciendo sacrificios a Jehová,
pero por pura rutina.
Y no están haciendo lo que Jehová
les había dicho que hicieran,
terminar la reconstrucción del templo.
Como se encuentran con oposición,
se convencen a sí mismos
de que Jehová no quiere
que terminen el templo en este momento.
Parece que hasta
el gobernador Zorobabel
y el sumo sacerdote, Jesúa,
necesitan ánimo.
Para dárselo,
Jehová envía al profeta Ageo.
Vayamos ahora
al libro de Ageo, capítulo 1.
Durante cuatro meses el profeta
transmite mensajes claros y directos,
en los que explica muy bien
cuál era el problema,
como podemos ver en Ageo 1:2-11.
Esto es lo que dice
Jehová de los ejércitos:
“Este pueblo dice:
‘Todavía no ha llegado el momento
de construir la casa de Jehová’ ”.
Y de nuevo por medio del profeta Ageo
se recibieron
estas palabras de Jehová:
“¿Creen que es el momento de vivir
en casas revestidas
de paneles de madera
mientras esta casa está en ruinas?
Pues bien, esto es lo que dice
Jehová de los ejércitos:
‘Piensen bien en lo que hacen.
Ustedes han sembrado mucho,
pero recogen poco.
Comen, pero no se satisfacen.
Beben, pero no se sacian.
Se ponen ropa, pero no se calientan.
Y el que trabaja para otro
guarda su salario
en una bolsa con agujeros’.
Esto es lo que dice
Jehová de los ejércitos:
‘Piensen bien en lo que hacen.
Suban a la montaña, lleven madera
y construyan mi casa,
para que sea de mi agrado
y yo sea glorificado’,
dice Jehová.
‘Esperaban mucho,
pero recibieron poco.
Y, cuando lo llevaron a sus casas,
lo hice desaparecer de un soplo.
¿Por qué?
—dice Jehová de los ejércitos—.
Porque mi casa está en ruinas,
mientras que todos ustedes
están ocupados cuidando de sus casas.
De modo que los cielos
que están sobre ustedes
retuvieron su rocío
y la tierra retuvo su producto.
Y yo envié una sequía sobre la tierra,
sobre las montañas, sobre los cereales,
sobre el vino nuevo,
sobre el aceite,
sobre lo que crece del suelo,
sobre los hombres
y los animales domésticos,
y sobre todo
lo que hicieron sus manos’ ”.
Los judíos están siendo egoístas,
y Jehová los compara
a un trabajador que echa su salario
en una bolsa con agujeros.
Como los judíos
están descuidando la casa de Jehová,
él ha dejado de bendecirlos.
Los judíos trabajan mucho
y consiguen poco.
Por eso no son felices.
Al parecer, algunos tratan
de llenar ese vacío
mejorando sus propias casas.
Pero las cosas materiales
no pueden satisfacer
nuestras necesidades espirituales.
¿Vemos la lección?
No está mal
tener cosas que nos gustan.
Pero las cosas materiales
no nos hacen felices de verdad,
especialmente si, para tenerlas,
descuidamos nuestro servicio a Jehová.
Recordemos lo que dice Salmo 127:1:
Por otro lado, si buscamos primero
el Reino y la justicia de Dios,
él nos dará lo que necesitemos
justo en el momento
en que nos haga falta.
Como dice Proverbios 10:22:
Ahora bien, algunos creen
que este templo no tendrá
la misma gloria que el templo anterior.
Jehová garantiza
que la futura gloria de este templo
será mayor que la del anterior.
Leamos ahora Ageo 2:3-9.
“¿Quién queda entre ustedes
que haya visto esta casa
en su gloria anterior?
¿Qué les parece ahora?
¿No creen que en comparación
es insignificante?”.
“Pero ahora sé fuerte, Zorobabel
—afirma Jehová—,
y sé fuerte, Josué hijo de Jehozadac,
el sumo sacerdote”.
“Y sean fuertes todos ustedes,
gente que vive en esta tierra
—afirma Jehová—, y trabajen”.
“Porque yo estoy con ustedes
—afirma Jehová de los ejércitos—.
Acuérdense de lo que les prometí
cuando salieron de Egipto;
mi espíritu continúa entre ustedes.
No tengan miedo”.
Porque esto es lo que dice
Jehová de los ejércitos:
“Una vez más —dentro de poco—
sacudiré los cielos y la tierra,
el mar y el suelo seco.
Sacudiré todas las naciones,
y las cosas valiosas
de todas las naciones
entrarán en esta casa
y yo la llenaré de gloria”,
dice Jehová de los ejércitos.
“La plata es mía y el oro es mío”,
afirma Jehová de los ejércitos.
“La futura gloria de esta casa
será mayor que la de la anterior”,
dice Jehová de los ejércitos.
Cuando el Creador, y el Dueño,
de todo el universo
decide que va a hacer algo,
¿qué o quién puede impedírselo?
Nada ni nadie.
El mensaje de Jehová
no puede ser más claro.
Pero los judíos
todavía necesitan más ánimo.
Jehová le envía un ángel
a otro profeta, Zacarías.
Busquemos Zacarías 1:12-16
y leamos juntos
las palabras tan animadoras
que el ángel le dirige a Israel.
Zacarías 1:12-16.
De modo que el ángel de Jehová preguntó:
Oh, Jehová de los ejércitos,
¿hasta cuándo les negarás
tu misericordia a Jerusalén
y a las ciudades de Judá,
con las que has estado indignado
estos 70 años?
Al ángel que hablaba conmigo,
Jehová le respondió
con palabras amables y de consuelo.
Entonces el ángel
que hablaba conmigo me dijo:
Proclama lo siguiente:
“Esto es lo que dice
Jehová de los ejércitos:
‘Actuaré a favor de Jerusalén y Sion
con celo, con gran celo.
Estoy indignado, muy indignado,
con las naciones que viven tranquilas,
porque, cuando estaba
apenas un poco indignado,
ellas agravaron la calamidad’.
Por lo tanto,
esto es lo que dice Jehová:
‘Volveré a Jerusalén con misericordia,
y mi propia casa será construida en ella
—afirma Jehová de los ejércitos—
y un cordón de medir
se extenderá sobre Jerusalén’ ”.
Para enfatizar
que Jehová protegerá a su pueblo,
el ángel dice lo que leemos
en el capítulo 2, versículos 7 a 9:
¡Ven, Sion! Escapa,
tú que vives
con la hija de Babilonia.
Porque esto es lo que dice
Jehová de los ejércitos,
quien después de ser glorificado
me envió a las naciones
que los saqueaban:
“Quien los toca a ustedes
toca la niña de mis ojos.
Pues ahora yo voy
a levantar mi mano contra ellos,
y se convertirán en botín
para sus propios esclavos”.
Y ustedes sin falta sabrán
que Jehová de los ejércitos
me ha enviado.
¿Dejaríamos que alguien
nos metiera el dedo en el ojo?
Claro que no.
Pues Jehová tampoco permitirá
que nadie le haga daño a su pueblo.
En Zacarías 3:1, 2,
el ángel dice
cuál es el poderoso enemigo
que está detrás de la oposición.
Y me mostró
al sumo sacerdote Josué,
que estaba de pie
delante del ángel de Jehová,
y a su derecha estaba Satanás
de pie para oponerse a él.
Entonces el ángel de Jehová
le dijo a Satanás:
¡Que Jehová te reprenda, Satanás!
¡Sí, que te reprenda Jehová,
el que ha elegido a Jerusalén!
¿No es este hombre
un leño arrebatado del fuego?
¿Cuál es el propósito de este mensaje?
¿Qué los israelitas tengan
más confianza en sí mismos?
Claro que no.
Ellos tienen que recordar
que necesitan la ayuda de Jehová
para cualquier cosa que quieran hacer.
Escuchemos lo que le dice ahora
el ángel a Zacarías,
en el capítulo 4, versículos 6 y 7:
Este es el mensaje de Jehová
para Zorobabel:
“ ‘Ni con una fuerza militar ni con poder,
sino con mi espíritu’,
dice Jehová de los ejércitos.
Oh, gran montaña, ¿quién eres tú?
Delante de Zorobabel
te convertirás en una tierra llana.
Y él sacará la piedra de remate
entre gritos de ‘¡Qué maravilla!
¡Qué maravilla!’ ”.
Gracias al ánimo que Jehová
les ha dado a través de sus dos profetas,
los judíos vuelven a tener fe en Jehová
y siguen
con la construcción del templo.
Como era de esperar,
los enemigos de Israel,
liderados por Tatenái y Setar-Bozenái,
entran en acción.
Volvamos al libro de Esdras,
para leer el capítulo 5,
los versículos 3 a 5.
En aquel tiempo, Tatenái
—el gobernador de la región
que está al oeste del río Éufrates—
y Setar-Bozenái y sus compañeros
fueron adonde estaban ellos
y les preguntaron:
¿Quién les dio la orden de construir
esta casa y terminar esta estructura?
También les preguntaron:
¿Cómo se llaman los hombres
que están trabajando
en esta construcción?
Pero Dios estaba velando
por los ancianos de los judíos,
y no les impidieron continuar
sin que primero se le enviara
un informe a Darío
y se recibiera un documento oficial
sobre el asunto.
Aquí hay otra lección para nosotros.
Cuando somos valientes
y hacemos lo que Jehová nos pide
a pesar de la oposición,
él bendice nuestros esfuerzos
y nos ayuda a seguir sirviéndole.
Aunque la construcción del templo
está prohibida,
los judíos siguen con las obras.
Sin embargo, el rey que dio la orden
de prohibir la construcción
es asesinado después de tan solo
siete meses en el trono.
Así que Tatenái y compañía
deben tratar con un nuevo rey, Darío I.
Cuando acusan a los judíos,
usan las palabras de Zorobabel
en su contra
y ponen en duda que el rey Ciro
les diera la orden
de reconstruir el templo.
Le piden al rey Darío
que investigue si es cierto
que el rey Ciro dio aquella orden.
Darío ordena
que se haga una investigación.
¿Cuál será la decisión final
del rey Darío?
Ahora que los judíos
tienen una fe más fuerte
y están siendo valientes,
¿serán más felices
o tendrán más problemas?
Darío descubre que Ciro sí les había
dado la orden de reconstruir el templo.
Veamos la contundente respuesta
del rey Darío, en Esdras 6:6-12.
Así que ustedes, Tatenái
—el gobernador de la región
que está al oeste del río Éufrates—,
Setar-Bozenái y sus compañeros
—los gobernadores de menor rango
de la región que está
al oeste del río Éufrates—,
manténganse lejos de allí.
No estorben las obras
de esa casa de Dios.
El gobernador de los judíos
y los ancianos de los judíos
reconstruirán esa casa de Dios
donde estaba antes.
Además, para ayudar
a estos ancianos de los judíos
a reconstruir esa casa de Dios,
les doy la siguiente orden:
para que no se interrumpan las obras,
deben pagarles de inmediato
los gastos con los fondos del tesoro real
procedentes de los impuestos
de la región que está al oeste
del río Éufrates.
Y todos los días, sin falta,
deben darles a los sacerdotes
que están en Jerusalén lo que pidan,
cualquier cosa que necesiten:
toros jóvenes, carneros y corderos
para las ofrendas quemadas
al Dios del cielo,
así como trigo, sal, vino y aceite.
Así ellos siempre podrán
presentar ofrendas
que agraden al Dios de los cielos
y orar por la vida del rey y sus hijos.
También he dado la orden
de que, si alguien desobedece
este decreto,
deben arrancar un madero de su casa,
levantar a la persona y fijarla en él.
Deben convertir su casa
en una letrina pública por su delito.
Y que el Dios que ha hecho
que su nombre resida allí
derribe a cualquier rey o pueblo
que desobedezca esta orden
y destruya esa casa de Dios,
que está en Jerusalén.
Yo, Darío, he dado la orden.
Que se cumpla de inmediato.
Ante esta orden del rey,
Tatenái y sus aliados no tienen opción.
Ahora no solo tienen que dejar
a los judíos continuar con su trabajo,
también tienen
que apoyarlos económicamente.
¡Qué gran victoria
para los judíos fieles!
En el año 515 antes de nuestra era,
celebran la inauguración
de la casa de Dios con mucha alegría,
como podemos ver en el versículo 22:
Celebraron felices
la Fiesta de los Panes Sin Levadura
durante siete días,
porque Jehová
los había llenado de alegría
y había hecho que el rey de Asiria
se pusiera de parte de ellos
y los apoyara en las obras
de la casa del Dios verdadero,
el Dios de Israel.
Hoy día, cuando las autoridades
son razonables y justas
y toman decisiones a nuestro favor,
se lo agradecemos mucho.
Pero, sobre todo, le damos las gracias
a Jehová por dirigir los asuntos.
Es como dice Proverbios 21:1:
Por eso no creemos
que ningún gobernante
ni institución de este mundo
pueda darnos ninguna solución permanente
a nuestros problemas.
De hecho, antes de que llegue
el fin del sistema de Satanás,
todas las naciones
se opondrán al pueblo de Jehová.
Pero les irá aún peor que a Tatenái.
¿Qué podemos aprender
de lo que hemos leído
en Esdras, Ageo y Zacarías?
Primero: que Jehová nos bendice
cuando nos esforzamos por servirle
a pesar de los problemas
e impide que nuestros enemigos
nos detengan.
Segundo: que, cuando ponemos
nuestro servicio a Jehová
por encima de las cosas materiales,
somos felices de verdad.
¿Y qué trabajo dijo Jesús
que tenemos que hacer hoy día?
Lo dejó muy claro cuando le dijo
a sus seguidores antes de irse al cielo:
“Vayan y hagan discípulos
de gente de todas las naciones”.
¿Demuestran
nuestros pensamientos y acciones
que esta obra es más importante
para nosotros que las cosas materiales?
Ageo predijo que llegaría el día
en que la gloria del templo de Jehová
sería mucho mayor que la del templo
que construyó Salomón.
Y esa profecía
se está cumpliendo en nuestros días.
Jehová está usando la predicación
para sacudir las naciones.
Millones de cosas valiosas,
es decir, nuevos adoradores,
están entrando en su casa.
Entran con alegría
en el gran templo espiritual,
que representa el sistema que Jehová
ha establecido para adorarle,
sobre la base del sacrificio de Jesús.
Ahora no es el momento de centrarnos
en revestir nuestras casas,
como hicieron los judíos,
ni de dedicarnos
a otras cosas innecesarias.
Muy pronto,
cuando menos lo esperemos,
llegará el fin del mundo de Satanás,
y estaremos en el nuevo mundo.
Así que, haga lo que haga Satanás
para distraernos o desanimarnos,
no le permitamos que nos robe
la alegría de servir a Jehová.
Más bien, sigamos al lado de Jehová
hasta que llegue el nuevo mundo,
en el que podremos vivir en paz
y servirle felices para siempre.
Zorobabel, Jesúa, Ageo y Zacarías
han hecho mucho por ayudar a Israel
a recuperar su amistad con Jehová.
Más tarde,
en el año 468 antes de nuestra era,
Esdras va a Jerusalén
para apoyar la adoración verdadera.
Pero la nación
aún necesita más ayuda.
Así que Jehová les envía a otro líder.
Durante los próximos
dos días de asamblea,
aprenderemos mucho sobre Nehemías,
un hombre valiente
que fue leal a Jehová.

Jehová los llenó de alegría