JW subtitle extractor

En la lectura dramatizada,
vimos que los judíos
volvieron a Jerusalén
para reconstruir el templo
en el año 537 antes de nuestra era.
Para el año 515 ya habían terminado.
Sin embargo, las murallas de la ciudad
todavía estaban en ruinas.
Por fin, llegó el momento
que Jehová había elegido
para reconstruir las murallas.
Y usó al fiel Nehemías
para dirigir el trabajo.
La obra que tenían
los judíos por delante era enorme
y, una vez más, tendrían enemigos.
Nehemías le dijo a la nación de Israel
que la felicidad que viene de Jehová
sería su fortaleza.
¿Cómo ayudó a los judíos a ser felices
a pesar de tanta oposición?
¿Qué lecciones
aprendemos de su ejemplo?
Hay muchas, pero vamos a fijarnos
en tres mientras vemos el video:
¿Cómo ayudó la oración a Nehemías
a ser valiente
mientras trabajaba para Jehová?
Además de los ataques directos,
¿qué otras tácticas usaron los enemigos
para intentar detener las obras?
¿Qué ayudó a Nehemías
a no perder la alegría
a pesar de los problemas?
Ahora sí, queridos amigos,
ya estamos listos.
Relájense y disfruten del video
“Nehemías: La felicidad
que viene de Jehová
es nuestra fortaleza”.
Fue un honor para mí
ayudar al pueblo de Jehová
a volver a la adoración verdadera.
Todo el mundo sabe
que reconstruimos la muralla,
pero hay muchos detalles
que pocos conocen.
Empecemos por el principio.
En el año veinte
del rey Artajerjes Longimano,
yo estaba en el castillo de Susa.
Era el copero del rey.
Él confiaba totalmente en mí.
Aunque estaba lejos de Jerusalén,
era feliz porque creía
que nuestro pueblo estaba allí
sirviendo a Jehová.
Hasta que un día vino
mi hermano Hananí a visitarme.
Su visita lo cambió todo.
¿Qué pasa, Hananí?
¿Cómo está nuestro pueblo?
Mal.
La situación es terrible.
Las murallas de Jerusalén
están destrozadas,
y sus puertas fueron quemadas.
¿Qué fue del templo?
Sigue en pie.
Pero los sacrificios
no tienen ningún valor.
La mayoría de la gente
y los sacerdotes
desobedecen la ley de Dios.
Tienes que volver con nosotros.
Durante días me molestó la conciencia.
Nuestro pueblo había pecado
al desobedecer
los mandamientos de Jehová,
y yo me sentía
como si también estuviera pecando
por no ayudarlos en ese momento,
cuando más me necesitaban.
Pero ¿me dejaría ir el rey?
Le supliqué a Jehová que me ayudara.
Nehemías, ¿qué te pasa?
Te veo decaído,
pero no estás enfermo.
Debe ser que estás triste.
¿Cómo no voy a estar mal,
cuando la ciudad
en la que mis antepasados
están enterrados está en ruinas
y sus puertas fueron quemadas?
Nehemías, dime.
¿Qué es lo que puedo hacer yo por ti?
Al instante le oré
al Dios de los cielos.
Si le parece bien al rey
y si este siervo tuyo tiene tu favor,
envíame a Judá,
la ciudad de mis antepasados,
y déjame reconstruirla.
Puedes ir.
Jehová estaba con nosotros.
El rey me dio materiales,
envió conmigo a un ejército
y me nombró gobernador.
Íbamos a reconstruir
las murallas de Jerusalén.
Ya había visto una parte de la ciudad,
pero, cuando me levanté por la noche
para inspeccionar las murallas,
fue cuando me di cuenta
del mal estado
en el que estaba la ciudad de Dios.
Esperen aquí.
No me podía creer
lo mal que estaban las murallas.
Había llegado el momento
de que el pueblo supiera
cuál era el propósito de Jehová
para Jerusalén.
Así que reuní a los líderes.
¿Quién es ese hombre?
Me dijeron que se llama Nehemías,
es copero del rey.
¿Y a qué ha venido?
Hermanos.
La ciudad es muy vulnerable.
Reconstruyamos el muro de Jerusalén
para que esta humillación no continúe.
Pero ¿qué pensarán nuestros vecinos?
Sí, tenemos enemigos poderosos.
Artajerjes me mandó a mí
a reconstruir el muro y toda la ciudad.
¿No vieron los soldados que envió
y toda la madera?
Él nos lo dio todo.
La mano de Jehová estuvo conmigo.
Tenemos que temerle a él,
no a los hombres.
Jehová nos ayudará.
A algunos no les gustó nada
que viniéramos a ayudar
al pueblo de Israel.
Así que eso es
lo que Nehemías pretende.
Guésem,
¿a ti qué te parece?
Sin murallas,
los tenemos bajo control.
Si las reconstruyen,
ya no necesitarán nuestras tierras
ni nuestros recursos.
Nehemías quiere rebelarse.
No podemos permitirlo.
Tenemos que actuar.
Y hacerlo juntos.
¿Están conmigo?
Tienes mi apoyo.
Y el mío, como siempre.
Bien, pues tenemos que ir a Jerusalén
y vigilar a Nehemías.
Nuestros enemigos
querían mantener el control
para aprovecharse
del pueblo de Jehová.
Enseguida intentaron intimidarnos.
¿Quiénes son?
Ese es Sanbalat,
el gobernador de Samaria.
Al lado, Tobías, un ammonita.
Muchos judíos viven en sus tierras,
y muchos lo admiran.
Ese es Guésem, un árabe muy rico
y muy amigo de Sanbalat.
Nehemías,
¿vas a rebelarte contra el rey?
El rey mismo nos autorizó.
¿A reconstruir la ciudad y el muro?
Eso es justo lo que el rey
espera de nosotros.
¿Por qué no lo consultaste conmigo?
Soy el gobernador de Samaria.
Sí, pero el rey nombró a Nehemías
gobernador de Judá.
¿Y por qué no nos pediste ayuda?
También adoramos a Jehová.
Le hemos hecho sacrificios
por generaciones.
Y también a todos sus otros dioses.
El Dios de los cielos
es el que hará que tengamos éxito.
Y nosotros, sus siervos,
construiremos la muralla.
Nadie debería poner su religión
por encima de la unidad nacional.
Ustedes no tienen derecho
a reclamar nada en Jerusalén.
Sanbalat,
¿no serás tú el que se rebela
contra el Rey Supremo?
A pesar de la oposición,
el pueblo trabajó muy duro.
Nehemías, hay que poner
esas piedras en algún sitio.
Además de reconstruir la muralla,
tuvieron que enfrentarse
a otros desafíos.
Sé que Jehová vio lo mucho
que se esforzaron hermanos como Pélez.
Ver cómo se enfrentó a sus problemas
fortaleció mi fe.
Pélez.
Raham.
Nunca terminaremos.
No hay más que piedras.
Al menos lo intentamos.
Siempre tan optimista.
Por cierto, te retrasas en la renta...
otra vez.
Raham, lo siento.
Necesito tiempo.
Con lo de la muralla...
No me vengas con problemas.
Si no me pagas en unos días,
tendrán que marcharse.
¿Y no podemos hacer algo?
Podría trabajar para ti
para compensarte.
¿En serio?
No tienes tiempo para eso.
Pero quizá tu hija sí pueda.
Podría vivir con nosotros.
¿Y ser esclava?
No, para que sea
ayudante de mi esposa
hasta que paguen la deuda.
Mira, intento ayudarte, pero
no te quedan muchas opciones, amigo.
Piénsalo.
Raham habló conmigo.
¿Sobre qué?
Quiere que Simca viva con ellos
para ayudar a Azubá.
Dice que la va a cuidar
como si fuera su hija.
Imma, conozco a Raham y a Azubá
desde que llegamos aquí con Esdras.
Raham nos ayudó un montón.
Esta casa es suya.
No me fío de él.
¿Quiere que nuestra Simca
viva con él?
Imma...
Pero Jehová dice que los padres
tienen que estar con sus hijos.
¿No quieres que tenga una vida mejor?
Yo...
no estoy de acuerdo
en que se vaya a vivir lejos,
prefiero que se quede,
aunque tengamos que vivir de la rebusca.
¿Y si no es suficiente?
Sabemos que Jehová siempre cuida
a los que lo aman y obedecen.
Igual que Pélez,
muchos confiaron en Jehová
y siguieron trabajando.
Sanbalat acampó cerca de Jerusalén
para vigilarnos
y ver cómo iban las obras.
¿Qué pasa?
Señor.
¿Sí?
Ya van casi por la mitad de la muralla.
Esto ha ido demasiado lejos.
Guésem, ¿cuánto tardaríamos
en reunir un ejército?
¿Un ejército?
Pero, Sanbalat,
atacar a los judíos es atacar al rey.
¿De qué me estás hablando?
Tiene razón.
Es el rey el que le ha dado permiso
a Nehemías.
Viste cuántos soldados le mandó el rey.
Sí. ¿Dirías eso
si esos soldados siguieran aquí?
Y podrían volver.
Miren, me dan igual esos soldados.
Esta es mi provincia.
Aquí el que manda soy yo.
Lo que vamos a hacer es asustarlos.
Guésem, trae a las tropas de Samaria,
que entren por aquí.
¡Están preparando un ataque!
¿Cómo lo sabes?
Yo escuché algo.
Hermanos, por favor.
¿Han atacado ya a alguien?
Seguro que sí. Él vio algo...
¡¿Vas a esperar
hasta que sea demasiado tarde?!
¡No! ¡Claro que no!
Hananí,
vamos a poner guardias
para que vigilen la muralla,
en los puntos más débiles.
Ahora mismo.
No servirá de nada.
Hermanos,
si dejamos
que estos hombres nos asusten,
van a conseguir pararnos.
¡Y lo harán!
¿No te das cuenta de que esta gente
no va a parar?
¡Nos odian!
Se nota que tú no vives
ni trabajas con esa gente.
Hermanos,
¿dónde está su fe?
Es Jehová el que quiere
que construyamos las murallas.
Si eso es así,
¿entonces, por qué tanta oposición?
Quizá este no sea el mejor momento.
Además, este trabajo
es demasiado para nosotros.
¡No podemos más!
¿Y para qué queremos unas murallas?
Para proteger al pueblo.
Hermanos,
no les tengan ningún miedo.
Tenemos a Jehová,
que es grande y es imponente.
Peleen por sus hermanos,
sus hijos y sus hijas,
sus esposas y sus hogares.
Cuando oigan el cuerno,
vengan todos adonde estemos.
Nuestro Dios luchará por nosotros.
Estén atentos a la señal.
No está funcionando.
¡Lo siguiente que verán
serán nuestras espadas!
Espera, ya hemos hablado de esto.
Atacarlos sería sedición.
Además, están armados.
¡Espera!
Señor,
Guésem tiene razón.
Estaríamos cometiendo un error.
¿No te acuerdas
de quién envió a Nehemías?
Fue el rey.
El rey de Persia, ¿recuerdas?
Nehemías se comporta
como si él fuera el rey.
¿Qué les parece
si acusamos de sedición a Nehemías?
Es muy buena idea.
Sí,
vendrá a suplicarnos.
Volvamos a Samaria.
Hananí,
se nota que has estado trabajando, ¿eh?
Y debo oler fatal, ¿no?
Sí. Bastante mal.
¡Hermanos!
Falta muy poco
para terminar la muralla.
Gracias a Jehová.
No es momento de aflojar el paso.
Desde hoy...
dormiremos dentro de Jerusalén.
Nos turnaremos para vigilar.
Hananí organizará los turnos.
Buen trabajo.
El pueblo estaba haciendo
un buen trabajo con la muralla.
Pero había otros problemas
que solucionar.
Hermanos,
¿qué necesitan?
Nehemías, tenemos hijos...
y somos muchos.
Casi no hay comida.
Pusimos nuestros campos,
nuestras viñas y nuestras casas
como garantía para conseguir cereales
en la época de hambre.
Para pagar al rey,
pedimos un préstamo...
y pusimos como garantía
nuestros campos y nuestras viñas.
Y tuvimos que vender a algunos
de nuestros hijos como esclavos.
No podemos hacer nada,
porque nuestros campos
pertenecen a otros.
Gracias por informarme.
Tengo que pensar en esto.
—Gracias, Nehemías.
—Gracias.
Hananí, por favor, diles a los nobles
y a los gobernantes subordinados
que vengan a verme mañana temprano.
Con la ayuda de Jehová,
solucionaremos este problema.
Hombres de Judá.
Ustedes están exigiéndoles intereses
a sus hermanos.
Debería darles vergüenza.
¿No deberían andar
en el temor de nuestro Dios
para que las naciones,
nuestras enemigas,
no puedan burlarse de nosotros?
Les pido que dejen
de prestar con intereses.
Devuelvan hoy mismo los campos,
las viñas, los olivares y las casas.
Y también los intereses.
Nehemías, devolveré los campos
hoy mismo al atardecer.
Les devolveremos todo
a nuestros hermanos.
Ante Jehová,
¿juran cumplir su promesa?
Lo juramos.
Que el Dios verdadero
deje sin casa ni propiedades
al hombre que no cumpla
esta promesa.
Amén.
Mesulam,
debemos contarle
todo esto a Tobías.
Todo saldrá bien,
Jehová lo bendecirá.
¡Raham!
Buenas noticias.
¿Ah, sí?
¡Sí!
Ya puedo pagarte.
¿Ya?
Ven a recogerlo cuando quieras.
Pero...
¿y qué pasa con Simca?
Se queda con nosotros.
¿Cómo es que ya puedes pagarme?
Jehová siempre cuida
a los que son leales.
Desde que llegó Nehemías,
las cosas han ido mejorando.
Ya no somos tan jóvenes
como cuando vinimos con Esdras.
He trabajado mucho,
y ahora Nehemías nos trata
como si todo lo que tenemos
nos lo hubieran regalado.
Me he ganado lo que tengo, ¿o no?
—Sí, es verdad.
—Si devuelvo los campos,
¿qué voy a comer?
¿Qué voy a beber?
¿Qué hay de malo en prestar
con intereses?
Pides un préstamo,
pagas con intereses.
Raham, Jehová solo quiere
que seamos justos
con nuestros hermanos...
¡No me estás escuchando,
yo soy justo con todos!
¿Y por qué te enojas?
No estoy enojado.
Entonces, ¿por qué me hablas así?
Me siento traicionado.
¿Por quién?
Por la gente a la que le presté dinero.
¿Y yo qué puedo hacer?
¡Lo que debe hacer una buena esposa!
¡Dame un hijo!
¡Y, si no, una hija!
No puedo darte
lo que Jehová no nos da.
Un día, será demasiado tarde.
Deberíamos escribirle una carta al rey.
Esperemos a ver
qué nos dice el mensajero.
Señor, Sanbalat.
¿Y ahora qué?
La muralla ya no tiene brechas.
¡¿Qué?!
¿Cómo pueden ser tan rápidos?
Traigo algo para Tobías.
Nehemías está obligando a la gente
a devolver las tierras
a sus anteriores dueños.
—Tenemos que hacer algo.
—Está bien.
Dile esto a Nehemías:
“Ven, fijemos una fecha
para reunirnos
en una de las aldeas
de la llanura de Onó”.
Quieren que vaya allí
para hacerme daño.
Dile a tu amo:
“Estoy en medio
de un trabajo muy importante
y no puedo bajar.
¿Cómo voy a dejar que la obra
se detenga para ir a verlos a ustedes?”.
Ellos me enviaron
el mismo mensaje cuatro veces,
y las cuatro veces
les contesté lo mismo.
Señor,
ha vuelto a rechazar tu oferta.
Guésem, es hora
de poner en marcha tu plan.
Tobías, escribe esto:
“Entre las naciones se anda diciendo
—y Guésem también lo dice—
que tú y los judíos planean rebelarse.
Por eso estás
reconstruyendo la muralla”.
¿Sí?
Dale esto a Nehemías.
Dile a tu amo:
“Nada de lo que cuentas es cierto.
Son cosas que tú te estás inventando”.
Es un engaño.
Lo que quieren es asustarnos
para que dejemos de trabajar.
Sí, saben que el rey
no cambiará su ley.
Pero, créeme,
no pararán.
Jehová,
dame fuerzas para seguir.
¿Cómo vamos a detenerlos?
No nos queda tiempo.
El muro está casi terminado.
Sanbalat,
tengo una idea.
Semaya, ¿me llamaste?
Sí.
¡Rápido!
Tu vida corre peligro.
Y la mía,
—porque me he enterado de que...
—Dinos, ¿de qué te has enterado?
Van a venir a matarte.
Esta noche.
Tenemos que ir al templo
y encerrarnos dentro.
Semaya, ¿debería huir
un hombre como yo?
—Es que no lo entiendes.
—No,
¿qué va a pensar el pueblo
si me ve escondiéndome?
Es el único lugar seguro.
Tú sabes que no soy sacerdote.
Si entrara en el templo,
merecería la muerte.
¡No lo haré!
Te estás equivocando, Nehemías.
Ya veo.
Fueron Tobías y Sanbalat
los que te enviaron.
Eres un hipócrita.
Que Jehová los castigue a ellos
y a los falsos profetas como tú,
que quieren intimidarme.
Vamos, Hananí, tenemos trabajo.
¡Agggg!
Seguimos trabajando día y noche.
Y, antes de que nos diéramos cuenta,
ya habíamos terminado
la última sección de la muralla.
Jehová nos ayudó
a conseguir lo imposible.
Estábamos cansados,
pero recuperamos algo
que habíamos perdido:
la alegría.
¡Nehemías, terminamos la muralla!
¡Sí! ¡Sí!
—¡Increíble!
—Y solo en 52 días.
Señor, es de Semaya.
¿Qué dice?
Terminaron el muro.
Solo quedan las puertas.
Sanbalat, tenemos que hacer algo.
Déjalo, Tobías.
No, todavía hay tiempo.
—Escríbele al rey.
—Tobías,
¿no lo ves?
Es Dios quien está ayudando
a los judíos.
Se acabó.
Pero ya no vamos a poder controlarlos.
Todavía podemos hacer algo.
Construir las murallas
fue solo el principio.
Íbamos a necesitar la ayuda de Jehová
para lo que vendría después.

Nehemías: La felicidad que viene de Jehová es nuestra fortaleza (parte 1)
- 

Nehemías: La felicidad que viene de Jehová es nuestra fortaleza (parte 1)

En la lectura dramatizada,
vimos que los judíos
volvieron a Jerusalén
para reconstruir el templo
en el año 537 antes de nuestra era.
Para el año 515 ya habían terminado.
Sin embargo, las murallas de la ciudad
todavía estaban en ruinas.
Por fin, llegó el momento
que Jehová había elegido
para reconstruir las murallas.
Y usó al fiel Nehemías
para dirigir el trabajo.
La obra que tenían
los judíos por delante era enorme
y, una vez más, tendrían enemigos.
Nehemías le dijo a la nación de Israel
que la felicidad que viene de Jehová
sería su fortaleza.
¿Cómo ayudó a los judíos a ser felices
a pesar de tanta oposición?
¿Qué lecciones
aprendemos de su ejemplo?
Hay muchas, pero vamos a fijarnos
en tres mientras vemos el video:
¿Cómo ayudó la oración a Nehemías
a ser valiente
mientras trabajaba para Jehová?
Además de los ataques directos,
¿qué otras tácticas usaron los enemigos
para intentar detener las obras?
¿Qué ayudó a Nehemías
a no perder la alegría
a pesar de los problemas?
Ahora sí, queridos amigos,
ya estamos listos.
Relájense y disfruten del video
“Nehemías: La felicidad
que viene de Jehová
es nuestra fortaleza”.
Fue un honor para mí
ayudar al pueblo de Jehová
a volver a la adoración verdadera.
Todo el mundo sabe
que reconstruimos la muralla,
pero hay muchos detalles
que pocos conocen.
Empecemos por el principio.
En el año veinte
del rey Artajerjes Longimano,
yo estaba en el castillo de Susa.
Era el copero del rey.
Él confiaba totalmente en mí.
Aunque estaba lejos de Jerusalén,
era feliz porque creía
que nuestro pueblo estaba allí
sirviendo a Jehová.
Hasta que un día vino
mi hermano Hananí a visitarme.
Su visita lo cambió todo.
¿Qué pasa, Hananí?
¿Cómo está nuestro pueblo?
Mal.
La situación es terrible.
Las murallas de Jerusalén
están destrozadas,
y sus puertas fueron quemadas.
¿Qué fue del templo?
Sigue en pie.
Pero los sacrificios
no tienen ningún valor.
La mayoría de la gente
y los sacerdotes
desobedecen la ley de Dios.
Tienes que volver con nosotros.
Durante días me molestó la conciencia.
Nuestro pueblo había pecado
al desobedecer
los mandamientos de Jehová,
y yo me sentía
como si también estuviera pecando
por no ayudarlos en ese momento,
cuando más me necesitaban.
Pero ¿me dejaría ir el rey?
Le supliqué a Jehová que me ayudara.
Nehemías, ¿qué te pasa?
Te veo decaído,
pero no estás enfermo.
Debe ser que estás triste.
¿Cómo no voy a estar mal,
cuando la ciudad
en la que mis antepasados
están enterrados está en ruinas
y sus puertas fueron quemadas?
Nehemías, dime.
¿Qué es lo que puedo hacer yo por ti?
Al instante le oré
al Dios de los cielos.
Si le parece bien al rey
y si este siervo tuyo tiene tu favor,
envíame a Judá,
la ciudad de mis antepasados,
y déjame reconstruirla.
Puedes ir.
Jehová estaba con nosotros.
El rey me dio materiales,
envió conmigo a un ejército
y me nombró gobernador.
Íbamos a reconstruir
las murallas de Jerusalén.
Ya había visto una parte de la ciudad,
pero, cuando me levanté por la noche
para inspeccionar las murallas,
fue cuando me di cuenta
del mal estado
en el que estaba la ciudad de Dios.
Esperen aquí.
No me podía creer
lo mal que estaban las murallas.
Había llegado el momento
de que el pueblo supiera
cuál era el propósito de Jehová
para Jerusalén.
Así que reuní a los líderes.
¿Quién es ese hombre?
Me dijeron que se llama Nehemías,
es copero del rey.
¿Y a qué ha venido?
Hermanos.
La ciudad es muy vulnerable.
Reconstruyamos el muro de Jerusalén
para que esta humillación no continúe.
Pero ¿qué pensarán nuestros vecinos?
Sí, tenemos enemigos poderosos.
Artajerjes me mandó a mí
a reconstruir el muro y toda la ciudad.
¿No vieron los soldados que envió
y toda la madera?
Él nos lo dio todo.
La mano de Jehová estuvo conmigo.
Tenemos que temerle a él,
no a los hombres.
Jehová nos ayudará.
A algunos no les gustó nada
que viniéramos a ayudar
al pueblo de Israel.
Así que eso es
lo que Nehemías pretende.
Guésem,
¿a ti qué te parece?
Sin murallas,
los tenemos bajo control.
Si las reconstruyen,
ya no necesitarán nuestras tierras
ni nuestros recursos.
Nehemías quiere rebelarse.
No podemos permitirlo.
Tenemos que actuar.
Y hacerlo juntos.
¿Están conmigo?
Tienes mi apoyo.
Y el mío, como siempre.
Bien, pues tenemos que ir a Jerusalén
y vigilar a Nehemías.
Nuestros enemigos
querían mantener el control
para aprovecharse
del pueblo de Jehová.
Enseguida intentaron intimidarnos.
¿Quiénes son?
Ese es Sanbalat,
el gobernador de Samaria.
Al lado, Tobías, un ammonita.
Muchos judíos viven en sus tierras,
y muchos lo admiran.
Ese es Guésem, un árabe muy rico
y muy amigo de Sanbalat.
Nehemías,
¿vas a rebelarte contra el rey?
El rey mismo nos autorizó.
¿A reconstruir la ciudad y el muro?
Eso es justo lo que el rey
espera de nosotros.
¿Por qué no lo consultaste conmigo?
Soy el gobernador de Samaria.
Sí, pero el rey nombró a Nehemías
gobernador de Judá.
¿Y por qué no nos pediste ayuda?
También adoramos a Jehová.
Le hemos hecho sacrificios
por generaciones.
Y también a todos sus otros dioses.
El Dios de los cielos
es el que hará que tengamos éxito.
Y nosotros, sus siervos,
construiremos la muralla.
Nadie debería poner su religión
por encima de la unidad nacional.
Ustedes no tienen derecho
a reclamar nada en Jerusalén.
Sanbalat,
¿no serás tú el que se rebela
contra el Rey Supremo?
A pesar de la oposición,
el pueblo trabajó muy duro.
Nehemías, hay que poner
esas piedras en algún sitio.
Además de reconstruir la muralla,
tuvieron que enfrentarse
a otros desafíos.
Sé que Jehová vio lo mucho
que se esforzaron hermanos como Pélez.
Ver cómo se enfrentó a sus problemas
fortaleció mi fe.
Pélez.
Raham.
Nunca terminaremos.
No hay más que piedras.
Al menos lo intentamos.
Siempre tan optimista.
Por cierto, te retrasas en la renta...
otra vez.
Raham, lo siento.
Necesito tiempo.
Con lo de la muralla...
No me vengas con problemas.
Si no me pagas en unos días,
tendrán que marcharse.
¿Y no podemos hacer algo?
Podría trabajar para ti
para compensarte.
¿En serio?
No tienes tiempo para eso.
Pero quizá tu hija sí pueda.
Podría vivir con nosotros.
¿Y ser esclava?
No, para que sea
ayudante de mi esposa
hasta que paguen la deuda.
Mira, intento ayudarte, pero
no te quedan muchas opciones, amigo.
Piénsalo.
Raham habló conmigo.
¿Sobre qué?
Quiere que Simca viva con ellos
para ayudar a Azubá.
Dice que la va a cuidar
como si fuera su hija.
Imma, conozco a Raham y a Azubá
desde que llegamos aquí con Esdras.
Raham nos ayudó un montón.
Esta casa es suya.
No me fío de él.
¿Quiere que nuestra Simca
viva con él?
Imma...
Pero Jehová dice que los padres
tienen que estar con sus hijos.
¿No quieres que tenga una vida mejor?
Yo...
no estoy de acuerdo
en que se vaya a vivir lejos,
prefiero que se quede,
aunque tengamos que vivir de la rebusca.
¿Y si no es suficiente?
Sabemos que Jehová siempre cuida
a los que lo aman y obedecen.
Igual que Pélez,
muchos confiaron en Jehová
y siguieron trabajando.
Sanbalat acampó cerca de Jerusalén
para vigilarnos
y ver cómo iban las obras.
¿Qué pasa?
Señor.
¿Sí?
Ya van casi por la mitad de la muralla.
Esto ha ido demasiado lejos.
Guésem, ¿cuánto tardaríamos
en reunir un ejército?
¿Un ejército?
Pero, Sanbalat,
atacar a los judíos es atacar al rey.
¿De qué me estás hablando?
Tiene razón.
Es el rey el que le ha dado permiso
a Nehemías.
Viste cuántos soldados le mandó el rey.
Sí. ¿Dirías eso
si esos soldados siguieran aquí?
Y podrían volver.
Miren, me dan igual esos soldados.
Esta es mi provincia.
Aquí el que manda soy yo.
Lo que vamos a hacer es asustarlos.
Guésem, trae a las tropas de Samaria,
que entren por aquí.
¡Están preparando un ataque!
¿Cómo lo sabes?
Yo escuché algo.
Hermanos, por favor.
¿Han atacado ya a alguien?
Seguro que sí. Él vio algo...
¡¿Vas a esperar 
hasta que sea demasiado tarde?!
¡No! ¡Claro que no!
Hananí,
vamos a poner guardias
para que vigilen la muralla,
en los puntos más débiles.
Ahora mismo.
No servirá de nada.
Hermanos,
si dejamos
que estos hombres nos asusten,
van a conseguir pararnos.
¡Y lo harán!
¿No te das cuenta de que esta gente 
no va a parar?
¡Nos odian!
Se nota que tú no vives
ni trabajas con esa gente.
Hermanos,
¿dónde está su fe?
Es Jehová el que quiere
que construyamos las murallas.
Si eso es así,
¿entonces, por qué tanta oposición?
Quizá este no sea el mejor momento.
Además, este trabajo
es demasiado para nosotros.
¡No podemos más!
¿Y para qué queremos unas murallas?
Para proteger al pueblo.
Hermanos,
no les tengan ningún miedo.
Tenemos a Jehová,
que es grande y es imponente.
Peleen por sus hermanos,
sus hijos y sus hijas,
sus esposas y sus hogares.
Cuando oigan el cuerno,
vengan todos adonde estemos.
Nuestro Dios luchará por nosotros.
Estén atentos a la señal.
No está funcionando.
¡Lo siguiente que verán
serán nuestras espadas!
Espera, ya hemos hablado de esto.
Atacarlos sería sedición.
Además, están armados.
¡Espera!
Señor,
Guésem tiene razón.
Estaríamos cometiendo un error.
¿No te acuerdas
de quién envió a Nehemías?
Fue el rey.
El rey de Persia, ¿recuerdas?
Nehemías se comporta
como si él fuera el rey.
¿Qué les parece
si acusamos de sedición a Nehemías?
Es muy buena idea.
Sí,
vendrá a suplicarnos.
Volvamos a Samaria.
Hananí,
se nota que has estado trabajando, ¿eh?
Y debo oler fatal, ¿no?
Sí. Bastante mal.
¡Hermanos!
Falta muy poco
para terminar la muralla.
Gracias a Jehová.
No es momento de aflojar el paso.
Desde hoy...
dormiremos dentro de Jerusalén.
Nos turnaremos para vigilar.
Hananí organizará los turnos.
Buen trabajo.
El pueblo estaba haciendo
un buen trabajo con la muralla.
Pero había otros problemas
que solucionar.
Hermanos,
¿qué necesitan?
Nehemías, tenemos hijos...
y somos muchos.
Casi no hay comida.
Pusimos nuestros campos,
nuestras viñas y nuestras casas
como garantía para conseguir cereales
en la época de hambre.
Para pagar al rey,
pedimos un préstamo...
y pusimos como garantía
nuestros campos y nuestras viñas.
Y tuvimos que vender a algunos
de nuestros hijos como esclavos.
No podemos hacer nada,
porque nuestros campos
pertenecen a otros.
Gracias por informarme.
Tengo que pensar en esto.
—Gracias, Nehemías.
—Gracias.
Hananí, por favor, diles a los nobles
y a los gobernantes subordinados
que vengan a verme mañana temprano.
Con la ayuda de Jehová,
solucionaremos este problema.
Hombres de Judá.
Ustedes están exigiéndoles intereses
a sus hermanos.
Debería darles vergüenza.
¿No deberían andar
en el temor de nuestro Dios
para que las naciones,
nuestras enemigas,
no puedan burlarse de nosotros?
Les pido que dejen
de prestar con intereses.
Devuelvan hoy mismo los campos,
las viñas, los olivares y las casas.
Y también los intereses.
Nehemías, devolveré los campos
hoy mismo al atardecer.
Les devolveremos todo
a nuestros hermanos.
Ante Jehová,
¿juran cumplir su promesa?
Lo juramos.
Que el Dios verdadero
deje sin casa ni propiedades
al hombre que no cumpla
esta promesa.
Amén.
Mesulam,
debemos contarle
todo esto a Tobías.
Todo saldrá bien,
Jehová lo bendecirá.
¡Raham!
Buenas noticias.
¿Ah, sí?
¡Sí!
Ya puedo pagarte.
¿Ya?
Ven a recogerlo cuando quieras.
Pero...
¿y qué pasa con Simca?
Se queda con nosotros.
¿Cómo es que ya puedes pagarme?
Jehová siempre cuida
a los que son leales.
Desde que llegó Nehemías,
las cosas han ido mejorando.
Ya no somos tan jóvenes
como cuando vinimos con Esdras.
He trabajado mucho,
y ahora Nehemías nos trata
como si todo lo que tenemos
nos lo hubieran regalado.
Me he ganado lo que tengo, ¿o no?
—Sí, es verdad.
—Si devuelvo los campos,
¿qué voy a comer?
¿Qué voy a beber?
¿Qué hay de malo en prestar
con intereses?
Pides un préstamo,
pagas con intereses.
Raham, Jehová solo quiere
que seamos justos
con nuestros hermanos...
¡No me estás escuchando,
yo soy justo con todos!
¿Y por qué te enojas?
No estoy enojado.
Entonces, ¿por qué me hablas así?
Me siento traicionado.
¿Por quién?
Por la gente a la que le presté dinero.
¿Y yo qué puedo hacer?
¡Lo que debe hacer una buena esposa!
¡Dame un hijo!
¡Y, si no, una hija!
No puedo darte
lo que Jehová no nos da.
Un día, será demasiado tarde.
Deberíamos escribirle una carta al rey.
Esperemos a ver
qué nos dice el mensajero.
Señor, Sanbalat.
¿Y ahora qué?
La muralla ya no tiene brechas.
¡¿Qué?!
¿Cómo pueden ser tan rápidos?
Traigo algo para Tobías.
Nehemías está obligando a la gente
a devolver las tierras
a sus anteriores dueños.
—Tenemos que hacer algo.
—Está bien.
Dile esto a Nehemías:
“Ven, fijemos una fecha
para reunirnos
en una de las aldeas
de la llanura de Onó”.
Quieren que vaya allí
para hacerme daño.
Dile a tu amo:
“Estoy en medio
de un trabajo muy importante
y no puedo bajar.
¿Cómo voy a dejar que la obra
se detenga para ir a verlos a ustedes?”.
Ellos me enviaron
el mismo mensaje cuatro veces,
y las cuatro veces
les contesté lo mismo.
Señor,
ha vuelto a rechazar tu oferta.
Guésem, es hora
de poner en marcha tu plan.
Tobías, escribe esto:
“Entre las naciones se anda diciendo
—y Guésem también lo dice—
que tú y los judíos planean rebelarse.
Por eso estás
reconstruyendo la muralla”.
¿Sí?
Dale esto a Nehemías.
Dile a tu amo:
“Nada de lo que cuentas es cierto.
Son cosas que tú te estás inventando”.
Es un engaño.
Lo que quieren es asustarnos
para que dejemos de trabajar.
Sí, saben que el rey
no cambiará su ley.
Pero, créeme,
no pararán.
Jehová,
dame fuerzas para seguir.
¿Cómo vamos a detenerlos?
No nos queda tiempo.
El muro está casi terminado.
Sanbalat,
tengo una idea.
Semaya, ¿me llamaste?
Sí.
¡Rápido!
Tu vida corre peligro.
Y la mía,
—porque me he enterado de que...
—Dinos, ¿de qué te has enterado?
Van a venir a matarte.
Esta noche.
Tenemos que ir al templo
y encerrarnos dentro.
Semaya, ¿debería huir
un hombre como yo?
—Es que no lo entiendes.
—No,
¿qué va a pensar el pueblo
si me ve escondiéndome?
Es el único lugar seguro.
Tú sabes que no soy sacerdote.
Si entrara en el templo,
merecería la muerte.
¡No lo haré!
Te estás equivocando, Nehemías.
Ya veo.
Fueron Tobías y Sanbalat
los que te enviaron.
Eres un hipócrita.
Que Jehová los castigue a ellos
y a los falsos profetas como tú,
que quieren intimidarme.
Vamos, Hananí, tenemos trabajo.
¡Agggg!
Seguimos trabajando día y noche.
Y, antes de que nos diéramos cuenta,
ya habíamos terminado
la última sección de la muralla.
Jehová nos ayudó
a conseguir lo imposible.
Estábamos cansados,
pero recuperamos algo
que habíamos perdido:
la alegría.
¡Nehemías, terminamos la muralla!
¡Sí! ¡Sí!
—¡Increíble!
—Y solo en 52 días.
Señor, es de Semaya.
¿Qué dice?
Terminaron el muro.
Solo quedan las puertas.
Sanbalat, tenemos que hacer algo.
Déjalo, Tobías.
No, todavía hay tiempo.
—Escríbele al rey.
—Tobías,
¿no lo ves?
Es Dios quien está ayudando
a los judíos.
Se acabó.
Pero ya no vamos a poder controlarlos.
Todavía podemos hacer algo.
Construir las murallas
fue solo el principio.
Íbamos a necesitar la ayuda de Jehová
para lo que vendría después.


-