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Dale y Nadja Bode: Jehová nos ayudó a criar a nuestros nueve hijos en Alaska

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Estábamos sirviendo
en un pueblito de Alberta
cuando nuestra familia
empezó a crecer.
Cuando nos mudamos aquí, a Craig,
teníamos cuatro hijos.
Con el tiempo,
llegamos a tener nueve.
Ser padre es una gran responsabilidad.
Debes poner el Reino
en primer lugar,
debes ser un buen ejemplo,
debes ir a las reuniones,
debes ser constante
en la predicación.
Estábamos convencidos de que,
para poner un buen ejemplo
a nuestros hijos,
primero debíamos
amar a Jehová nosotros.
Nos ayudaron a ver
que lo que nos haría felices
sería servir a Jehová.
Mis padres nos enseñaron
a buscar primero el Reino
con sus acciones
más que con sus palabras.
Cuando tienes nueve niños no paras.
Con tanto que hacer,
podrías buscar excusas
para bajar el ritmo
en el servicio a Jehová.
Criar a nueve hijos es muy difícil.
Hay un millón de desafíos.
Sí...
A veces se sentaba en su mecedora
y se notaba
que estaba tan cansada...
Me acuerdo de una vez
que era la hora de ir a la reunión,
pero yo estaba rendida.
Entonces pensé en Isaías 40,
donde Jehová dice que
“los que ponen su esperanza” en él
“recobrarán las fuerzas”.
Llegué a la conclusión
de que Jehová quería
que fuera a la reunión.
Él me daría fuerzas.
Así que hice una oración
y me arreglé.
Siempre estábamos corriendo.
En Hebreos se nos anima
a no “dejar de reunirnos” nunca.
Mi padre siempre lo mencionaba.
Hubo una época
en la que durante el invierno
podíamos tardar hasta dos horas
en llegar a la reunión.
Luego volvíamos a casa
tarde en la noche.
Veías a todos los niños agotados...
y tú también lo estabas, claro.
Ver la importancia que mis padres
les daban a las reuniones
me enseñó a no darlas por sentado.
Ellos siempre nos inculcaron
que había que ser constantes
en la predicación
y en la asistencia a las reuniones.
Era nuestra rutina.
No hacía falta hablarlo.
Nos levantábamos
el sábado por la mañana
y salíamos de casa
para ir a predicar.
No íbamos de adorno
en el asiento de atrás.
Sabíamos que teníamos que hablar
de Jehová con las personas.
Desde pequeñitos
imitamos el interés
que mostraban nuestros padres
por la gente.
Eso hizo que disfrutáramos
de salir a predicar.
Me sentía útil, con un propósito.
Tenía que visitar
a algunas personas,
así que debía prepararme
para saber de qué iba a hablar.
Al predicar, muchas veces
nos tomábamos descansos.
Lo hacíamos por nuestros hijos
y por nosotros.
Queríamos que los niños
disfrutaran del ministerio
y por eso teníamos que ser
razonables y flexibles.
Pienso en lo que dice
Proverbios 22:6:
“Educa al niño
en el camino por el que debe ir”.
Nuestros padres hicieron eso
al darle más importancia
a las cosas espirituales
que a las materiales.
Jehová nos ayudó a cumplir
lo mejor posible
con nuestra responsabilidad.
A veces cometimos errores,
pero siempre tuve claro
que Jehová es el mejor Padre.
Si enseñábamos
a nuestros hijos a amarlo,
él haría el resto.
Bueno, tuvimos éxito como familia
porque Jehová estaba en nuestras vidas.
Todos nuestros hijos
le sirven fielmente.
Eso nos hace muy felices,
y estoy seguro
de que a Jehová también.