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"¿Quién está de parte de Jehová?" (Éxodo 20:1-7; 24:3-18; 32:1-35; 34:1-14)

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Jehová valora mucho
la lealtad de sus siervos.
La valora sobre todo si somos
leales cuando tenemos problemas.
¿Qué hace Jehová
cuando somos leales?
Para él es un placer
mostrarnos lealtad también.
El Salmo 145:17 dice:
“Jehová es [...] leal
en todas sus obras”.
Estas palabras significan que
él es confiable y siempre fiel,
y que nunca abandona a sus amigos.
¿Qué le parece tener
el apoyo de Jehová?
No hay nada mejor que eso.
Él puede y quiere utilizar su
poder infinito a favor de su pueblo.
Lo lógico, entonces, es
ponernos de parte de Jehová.
Por esa razón, casi todos
los siervos de Jehová, si no todos,
empiezan a servirle con
la intención de serle leales.
Pero existe una diferencia
entre querer ser leales a Dios,
decir que lo somos y serlo de verdad.
La lealtad de
cada uno de nosotros
será puesta a prueba.
Cuando eso suceda,
¿nos mantendremos
firmes del lado de Jehová?
Lo que sucedió en
el desierto de Sinaí
poco después de que
los israelitas salieran de Egipto
es un ejemplo de cómo
la lealtad puede ser probada.
Al principio,
el pueblo de Dios tenía
la intención de ser leal a Jehová.
Incluso hicieron un pacto
en el que le prometieron lealtad,
y Jehová les ofreció
su lealtad inquebrantable.
¿Qué lecciones
aprendemos de este relato?
Vamos a leer Éxodo 20:1-7.
Intenten visualizar
lo que ocurrió aquí.
Solo han pasado tres
meses desde que Jehová
demostró su poder con
las diez plagas de Egipto
y el milagro del mar Rojo.
Ahora el pueblo está
frente al monte Sinaí,
y el suelo tiembla.
Hay rayos, y truenos,
una nube densa, humo
y lo que parece un fuerte
y continuo sonido de cuerno.
En este escenario,
Jehová se describe a
sí mismo como un Dios leal
y promete mostrar bondad
amorosa, o amor leal,
a aquellos que le dan
“devoción exclusiva”.
En realidad, es como si Jehová
le estuviera diciendo a su pueblo:
“Si están de mi parte,
yo estaré de su parte”.
¿Cómo respondieron los israelitas a
la promesa de lealtad de Jehová?
Sigamos la lectura del
pasaje de Éxodo 24:3-18.
¡Imaginen lo emocionados que
debieron sentirse los israelitas!
Estaban allí, en presencia
del Dios verdadero,
escuchando la promesa
de lealtad de Jehová
y haciendo un pacto con él.
En Éxodo 19:5 Jehová les dijo:
“Si ustedes obedecen
estrictamente mi voz
y verdaderamente guardan mi pacto,
entonces ciertamente llegarán a ser
mi propiedad especial de
entre todos los demás pueblos,
porque toda la tierra
me pertenece a mí”.
Tal y como era de esperar,
los israelitas se resolvieron
a ser obedientes,
fieles y leales a Jehová.
De forma unánime respondieron:
“Todo lo que Jehová ha hablado
estamos dispuestos a hacerlo,
y a ser obedientes”.
Pero, como hemos
mencionado anteriormente,
existe una diferencia entre
querer ser leales a Dios,
decir que lo somos y serlo de verdad.
En el relato que estamos leyendo,
los israelitas estaban
decididos a ser leales a Jehová.
Pero ¿podría su lealtad resistir
una prueba inesperada?
Continuemos con la lectura
de Éxodo 32:1-35.
Parecía que los israelitas estaban
decididos a ser leales a Jehová,
pero su fe dependía demasiado
de ver a Moisés en persona.
Por eso, cuando permaneció
en el monte Sinaí
más de lo que esperaban,
se pusieron nerviosos.
Tal vez porque creyeron que
Moisés los había abandonado
o quizás porque temían que
hubiera muerto en la montaña.
Sea como sea,
sintieron que estaban
desamparados en el desierto
sin su líder.
En ese momento, su lealtad
se vio sometida a prueba.
Si los israelitas hubieran
sido leales de verdad,
habrían visto esta situación confusa
como una oportunidad para demostrar
su devoción exclusiva a Jehová
incluso cuando estaban angustiados.
En esa ocasión,
buscaron estabilidad en cosas
físicas como celebrar fiestas,
ritos idólatras, comer y beber.
Paradójicamente,
dijeron que era una “fiesta a Jehová”.
Lo que es más,
se engañaron a sí mismos
al creer que el becerro de
oro representaba a Jehová.
Realmente creyeron que
podían cometer idolatría
y al mismo tiempo
ser leales a Jehová.
Querían ser leales a Jehová
y afirmaron que lo eran hasta
cuando adoraban al becerro de oro.
¿Qué pensó Jehová de
los israelitas y de su adoración?
Le dijo a Moisés que el pueblo
había “actuado ruinosamente”
y “se había desviado”
de hacer Su voluntad.
Jehová estaba tan enojado que
se le pasó por la cabeza aniquilar
a la recién formada nación
de Israel por traicionarle.
No obstante,
no todos los israelitas
fueron desleales a Jehová.
Moisés, por ejemplo,
se mantuvo firme contra los idólatras.
El relato dice que
“tomó el becerro que habían
hecho y lo quemó con fuego
y lo trituró hasta que quedó fino”.
Entonces, cuando fue a
la puerta del campamento dijo:
“¿Quién está de parte de Jehová?
¡A mí!”.
Y todos los levitas
se pusieron a su lado.
Además,
demostraron su lealtad a Jehová
empuñando la espada contra
sus propios parientes
y vecinos idólatras.
Moisés y los levitas
estaban, sin lugar a dudas,
de parte de Jehová.
En respuesta, Jehová les fue leal.
También fue leal a sus amigos
Abrahán, Isaac y Jacob
porque recordó las promesas
que les había hecho
y no exterminó a toda la nación.
Sin duda, Jehová está de parte
de los que le son leales.
Por favor, sigamos en nuestras
Biblias la conclusión del relato.
Leamos ahora Éxodo 34:1-14.
¿Qué lección aprendemos
de este relato bíblico?
Que no basta con simplemente
querer ser leal a Jehová.
Las malas influencias de este mundo
pueden hacernos
pensar que es posible
apartarnos de los principios divinos
sin dejar de ser leales a Jehová.
Pero él “exige devoción exclusiva”.
Claro, siempre tendremos dificultades.
Podríamos afrontar problemas
familiares repentinos,
o encontrarnos en apuros económicos.
Puede que algún hermano
de la congregación nos ofenda.
La mala salud también podría
causarnos mucho sufrimiento.
Cuando encaremos pruebas así,
siempre hemos de recordar que
ir en contra de los principios
divinos nunca es la solución.
Pero si nos mantenemos
firmes del lado de Jehová,
él de seguro nos bendecirá.
Él lo garantiza.
Siempre podemos depender de él,
es confiable, nunca falla.
Jehová promete mostrar “amor leal”
a los que le dan “devoción exclusiva”.
De hecho, es como si nos dijera:
“Si están de mi parte,
yo estaré de su parte”.
Como acabamos de leer,
hará “cosas maravillosas”
por su pueblo.
Jehová es “un Dios
misericordioso y benévolo,
tardo para la cólera
y abundante” en amor leal.