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Me llamo
Irène Hof Laurenceau.
Estudié medicina en la Universidad
de Zurich, en Suiza.
Y luego me especialicé
en cirugía ortopédica.
Yo no creía
en la existencia de un Creador
porque creía que las especies
llegaron a existir por evolución.
Cuando se compara la anatomía
de diversos organismos,
se ven algunas similitudes.
Para mí, era lógico que hubiera
una relación entre estas similitudes;
que eso demostraba
que descendemos
de un antepasado común.
Cuando acabé
la carrera de Medicina,
trabajé en
los departamentos de cirugía
de varios hospitales.
En ortopedia,
una gran parte de la ortopedia
tiene que ver
con la colocación de prótesis
para reemplazar
articulaciones enfermas
o que ya no funcionan.
La rodilla no solo se flexiona
y se extiende,
sino que también
realiza un deslizamiento,
una leve rotación.
Con una prótesis de rodilla
no podemos lograr
toda la movilidad
de una rodilla sana.
Al observar
a un patinador o a una bailarina,
no cabe duda
de que tiene que haber
un diseñador
que es muy superior a nosotros.
Para que un pie funcione bien,
debe haber armonía
entre las articulaciones,
los tendones, los músculos
y el sistema nervioso.
Cuesta creer que eso
sea resultado de la evolución.
Cuando alguien vino a casa
a hablarme de la Biblia,
vi que los argumentos
a favor de la creación
eran mucho más lógicos.
Además, descubrí que
hay científicos de renombre
que dudan que la teoría
de la evolución sea cierta.
Estudiar la Biblia me ayudó
a saber quién es Dios.
Es como la comida.
Para saber si está buena,
tienes que probarla.
De igual modo, para saber
si lo que la Biblia dice
es la verdad,
tienes que estudiarla.

Irène Hof Laurenceau: Una cirujana ortopeda explica por qué cree en Dios